No queda ni rastro del verano. Aquellos domingos de salitre y pómulos dorados ya no son más que mero recuerdo. Hablaremos del verano del 2024 como algo que ya fue. Siempre me ha encantado septiembre. De pequeña era ese tipo de niña que preparaba la vuelta al colegio con tremenda ilusión. Recuerdo ir con mi madre a buscar una nueva mochila, comprar rotuladores (cada año la gama de colores era más amplia, ya no saben qué inventar), renovar los zapatos y comprar un lazo rojo para el uniforme. Me gustaba volver a clase y que nos preguntaran qué habíamos hecho durante el verano. Yo recordaba esos felices fines de semana despertando en el puerto, buceando todo el día como un pececillo, la sal siempre en la piel, el pelo aún más rubio y despeinado.
Llevo unos días intentando escribir pero me cuesta. Están sucediendo muchas cosas y me resulta difícil orquestar un orden. En la meditación encuentro calma y sosiego. Parece que cada vez me resulta un poquito más fácil no desprenderme de ella, sostenerla durante el resto del día. Aunque sea a ratos, me conformo. Pero tampoco pretendo engañarme, es muy arduo. La mente sale a flote, quiere llevar las riendas, se niega a ser derrotada. No soporta el silencio que yo tanto busco, esa serenidad habitable. Hablo con mi madre sobre esto. Es de las personas más sabias que conozco. Es lo que tiene la vida cuando pones el corazón y la atención, el aprendizaje y el crecimiento vienen por añadidura. Todos andamos ahí, lidiando con algo, quizás con mucho más de lo que nos gustaría. La losa en el pecho pesa. Lo importante es ponerse en marcha, trabajar activamente, ir en la búsqueda. La solución más accesible es quedarse inmóvil, dejar que todo pase, pero a veces no pasa, y si pasa no tarda en volver. Los días y las semanas se suceden y salir del bucle es todo un reto. Con los años nos hemos inundado de temores y complejos, cargado la mochila con la culpa, la ansiedad, la autoexigencia. Ahora dar cada paso es un mundo.
Hay que detenerse, observar, volver a la respiración, a cada latido. La vida está siendo a cada segundo y lo que albergamos en nuestro interior es inmenso. Hay que saber llegar a ello, emprender el camino de vuelta al hogar que cobijamos dentro. Entender que la luz no se ha ido, simplemente nosotros nos hemos alejado de ella. Basta con cambiar de rumbo, emprender la dirección adecuada. No está ahí fuera lo que tanto anhelamos. La verdad se encuentra dentro de nosotros. Quiere que la encontremos.
Empiezo a intuir cómo cada día el atardecer se presenta antes. Vuelven los primeros días de lluvia. Vamos sacando la manga larga. Todo comienza a oler a otoño. Las hojas se caerán y dejarán las ramas de los árboles expuestas. Nos vendría bien hacer lo propio: quitarnos el disfraz, mostrarnos de verdad. Desprendernos de todo para volver a ser.
Otoño en el Parque Lazienki, Varsovia.
Muchas gracias por compartir esto sobre la mejor época de año. Donde pienso disfruto mas el café y los colores tostados en los atardeceres. Me gustaría leer también más sobre cómo llevas tu meditación, espero sea pronto. Abrazos calientitos.